lunes, 21 de julio de 2008

Yo también soy pro-Amy





Me gusta mucho tu peinado, Amy. Es como si llevaras un nido de cigüeña en la cabeza, como si estuvieras invitando a todas las cigüeñas del mundo a interrumpir sus vuelos migratorios y a empollar sus huevos allá donde anidan tus pensamientos, que inevitablemente serán pensamientos de una cabeza a pájaros, benditos pensamientos que ensayan un revoloteo aturdido, antes de lanzarse al vacío, pensamientos mil veces descalabrados y mil veces sostenidos en vilo, como polluelos que aún no han aprendido a agitar las alas.


Me gusta la caída de tu cabello, como un río fosco y desbordado que no encuentra desembocadura, un río precipitándose hacia no se sabe dónde, allá donde los geógrafos se quedaron sin brújula.


Me gustan mucho tus ojos, excesivos y atolondrados, vulnerados de una secreta tristeza, a veces visitados por una luz que viene del cielo y a veces embarcados en tortuosas expediciones al abismo.


Me gusta su claridad ofuscada, su candor de trigo y su dolor de lenta espina, me gusta también cómo te los maquillas, con ese espolón de rímel que, en la soledad de los camerinos, te hará llorar unos lagrimones negros, lagrimones de yacimiento carbonífero, lagri-mones de minero que se ha extraviado en los pasadizos de una mina y siente que empieza a faltarle el aire. E imagino que nunca te los enjugarás, dejarás que se sequen sobre tus mejillas como zarpazos de sombra. Tears dry on their own.


Me gusta tu perfil de máscara trágica, tu nariz griega que embiste la vida, me gusta el lunar que tienes en el bozo, como una palabra tozuda que aún aguardase a ser pronunciada.


Me gustan tus labios cuando esbozan un mohín enfurruñado, cuando ensayan una sonrisa irónica o desvanecida, me gustan sobre todo cuando se fruncen pensativos o hastiados, y me gustan cuando dejan asomar tus dientes indescifrables, dientes de niña que ha probado todos los vicios o que no ha probado ninguno porque en el fondo le aburren.


Me gustan tus labios de musa bestial o musa desgalichada, según la estación, tus labios anémicos o restallantes de sangre, según como fuera la noche, tus labios apretados de vida o arañados de muerte, según el dictado del corazón.


Me gusta tu barbilla breve y compungida, me gusta tu cuello como el cisne estrangulado del modernismo, me gustan tus clavículas como arbotantes de un templo derruido, me gustan los tatuajes de tus brazos porque me recuerdan las calcomanías que nos poníamos de niños, primaverales y jeroglíficas.


Me gustan tus brazos que cogen el micrófono desganadamente o se agarran a él como si fuera el último asidero en la zozobra, me gusta tu cuerpecillo tan atareado de paraísos artificiales, me gustan tus rodillas maltrechas y penitentes, me gustan tus piernas en las que vuelve a asomar la cigüeña que anidó en tu pelo, pero ahora es una cigüeña que lleva plomo en las alas y apenas se sostiene, que se tambalea y se quiebra y se embarulla.


Me gustan tus andares en el escenario, me gustan cuando estás serena y cuando estás borracha, me gustan porque son descangallados y son también garbosos, y creo que en este garbo descangallado es donde reside el secreto de tu belleza, que no es de este mundo.


Me gusta que te pasees ebria por el escenario, me gusta que te recojas un poco la falda al cantar, porque eres la única mujer que cuando se recoge la falda parece estar ensayando un gesto pudoroso o desvalido.


Me gusta la letra de tus canciones y me gusta que se te olvide la letra de tus canciones; me gusta que llegues descompuesta a los conciertos y que hagas mutis por el foro sin avisar; me gusta tu nobleza juvenil y tus resabios de vieja presentida; me gustas ahora que estás flacucha y me gustabas antes cuando estabas un poco más rellenita.


Me gustas porque eres caótica y como desgajada de ti misma, porque pareces hecha de añicos que nadie se atrevería a recomponer; me gustas porque me inspiras la idea quimérica de que yo sabría recomponerlos, la idea suicida de fundirme en tu caos.


Me gusta tu voz en la que están el insomnio de la sangre y el óxido de los días.


Me gusta escucharte cuando estoy solo, en la noche sin estrellas, y me gusta escucharte cuando estoy acompañado, en los lentos crepúsculos. Pero, esté solo o acompañado, siempre imagino que estás tú a mi lado.


Me gustas mucho, Amy Winehouse, pero no lo sabes ni lo sabrás nunca. Ni falta que te hace.





"Amy Winehouse". Juan Manuel de Prada. Artículo del Semanal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eso es una lista como la mía!!! :)