miércoles, 3 de diciembre de 2008

19:45h. (teoría del humorismo)

Levantó durante un segundo
los ojos del libro y advirtió que alguien había dejado
un mensaje con su nombre
en el espejo de la habitación
durante una ausencia
que no recordaba.
Se acercó y vio que la nota
llevaba su letra:
en tono desesperado se recordaba a sí mismo
que hacía dos horas,
brazeando despacio en la gelatina azul
de la melancolía,
lloró creyendo que la perdería
esta vez.
Y pedía ayuda a quien
viviera en las 19:45h.
No firmaba con su nombre.
(Para qué).
Firmaba con lo que lo poseía:
Las 17:45h.
No recordaba haber escrito esas líneas,
aunque no le extrañaron demasiado.
Y al pensar que hacía dos horas
había tenido el coraje suficiente
para quererla,
sintió un goteo
duro y punzante
en la boca del estómago
que le produjo una arcada.
Ahora ya no. Ahora soy incapaz.
Y garabateó sin ganas al dorso del papel:
Olvidate de ella. Demasiado para el flemático de las 19:45h.
Después de colocar el nuevo destino en el mismo lugar que el anterior,
se desplomó en una nube de plumas deshuesadas
dispuesto a sustraer una por una
las madejas del cerebro
que más le dolieran.
En realidad,
dentro del vapor del secuestro,
y aunque no iba a hacer nada por cambiar
las cosas,
se sentía miserable y asustado a partes iguales.
Sabía que lo que acababa de escribir
estropearía la alegría de las 21:45h.
y encendería la cólera
de las 23:45h.

1 comentario:

Anónimo dijo...

genial