miércoles, 24 de diciembre de 2008

Herencia

Los poetas suicidas me llaman.
Yo no les escucho.


Come fruta, me digo
vigila los deberes de tu hija
recuerda la fecha en que vivimos
repasa tu nómina
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.


Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar pero hoy es quince de septiembre
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido
aunque confieso que sin ningún sentimiento.


No oigo voces aunque la mía a veces
suena insistente
como la radio que sube por los patios.
No os voy a escuchar.
Quizás estáis calladas
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.


No me importa.
De momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua
o en uno de vuestros versos.



Ana Pérez Cañamares

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliz navidad.

NINGUNO dijo...

Lo mismo digo. Feliz Navidad.
Mariano Ibeas