Seguro que alguna vez has soñado conmigo.
Te lo digo porque
yo soñé una vez con aquel chico que me amaba
y al que no correspondí jamás:
Él me miraba desde lejos
en un extraño patio andaluz
donde supuse sin verlo
que Nancy andaba haciendo su tesis hispánica-sexual,
rodeada de gitanos verde oliva
salidos y guapos
(como si el sueño fuera de Lorca en vez de mío).
Todo estaba mojado:
el agua caía a chorros por las paredes
y formaba ríos en las barbas de un viejo borracho de manzanilla
que departía de patafísica con Ionesco en cueros.
Bueno,
mi pretendiente en cuestión,
quería lamerme los zapatos
con siete plumas rojas
implantadas en su nuca
y en vez de hacerme cosquillas
me desangraba los pies
que ardían como santos clavos en llamas.
En venganza,
yo le escupía a la boca
mil juegos de llavesde judíos sefardíes.
(Por eso y por haberse colado sin permiso en mi noche).
Me cabreó tanto su inclusión absurda
que desperté preguntándome a gritos
qué leches hacía él en mis sueños
y ya nunca volví a mirarle igual cuando estuvimos despiertos.
Por esto te digo que
es más que probable que anoche,
cuando dormías esa mala resaca,
en el quinto de tus intentos por largarte a Venus,
me encontraras de pronto
mandándote un sms con la foto de mis tetas excitadas,
pretendiendo que vinieras con urgencia a rescatarme
hasta lo alto de la atalaya en la que te esperaba
tejiendo un sudario y bebiendo el güisqui aguado
que destilaban para mí mis 120 pretendientes.
Puede que después, cuando bordeabas la fase MOR
(en la que se tienen los delirios más terribles)
me convirtiera de repente
en un cinzonte puñetero y celoso
que le agujereaba un ojo a Patti Smith
que andaba en ese momento contándote
melosa, al oído,
no sé qué chisme de P.J. Harvey.
De repente Benicio del Toro,
que seguramente andaba por allí en mangas de camisa,
me ofrecía sexo anal
y me veías cabrearme de veras cuando
a ti no te parecía mal del todo.
Luego,
estallaba a aullidos la pecera del salón.
Yo corría en tu ayuda,
aun a riesgo de morir calada
(que muerte tan horrible).
Y me lo pagabas lanzándome al vacío
de una manotada contra el despertador.
Seguro que en tus sueños hoy he sido ese alambre inútil
que ha hecho que hayas estado todo el día cabreado.
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