lunes, 1 de marzo de 2010

Algunos microrrelatos de la antología "Por favor, sea breve 2"

'La carta', Luis Mateo Díez

Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.



'La tacita', inédito de José María Merino

He vertido café en la tacita, he añadido la sacarina, remuevo con la cucharilla y, cuando la saco, observo en la superficie del líquiedo caliente un pequeño remolino en el que se dispersa en forma elíptica la espuma del edulcorante mientras se disuelve. Me recuerda de tal modo una galaxia que, en los cuatro o cinco segundos que tarda en desaparecer, imagino que lo ha sido de verdad, con sus estrellas y sus planetas. ¿Quién podría saberlo? Me llevo ahora a los labios la tacita y pienso que me voy a beber un agujero negro. Seguro que la duración de nuestros segundos tiene otra escala, pero acaso este universo en el que habitamos esté constituido por diversas gotas de una sustancia en el trance de disolverse en algún fluido antes de que unas gigantescas fauces se lo beban.



'Sobremesa o fin del mundo', inédito de Eloy Tizón

Hoy después de comer he retirado el mantel, he lavado los platos, y un día estaré muerto.



'Numeración incorrecta', de Isabel González


"Un día me compraré un caballo de éstos. Rosa y con alas", dice la niña y señala, en el libro abierto sobre sus muslos, la foto de un flamenco. El hombre, alentado por tanta inocencia, se quita la chaqueta, estrecha su acercanza y escarba los bordes de la hoja sesgada mientras le explica que alguien arrancó una página entre definición e imagen, que después del doce no viene el quince y que imagínate si Genghis Khan hubiera dominado Mongolia sobre un ave de tan frágiles patas. Como si la niña no supiera. Como si no apretara en su puño la hoja extirpada. Como si las cosas no pudieran ser de otra forma.



'Sorprender', inédito Ana María Shua


Los artistas de circo nos preguntamos con desesperación cómo sorprender a los espectadores. Ser perfectos en la tradición no basta. Intentamos, entonces, el exceso en las suertes conocidas: un salto mortal con cinco vueltas en el aire, hacer malabarismos con diez yunques y diez plumas, tragarnos un paraguas, o un poste de alumbrado, sostener una pirámide humana en la cuerda floja, entrar a una jaula con trescientos cincuenta leones y dos tigres, hacer desaparecer para siempre a los enemigos de una persona del público elegida al azar. ¿Cómo sorprender a los espectadores? En los nuevos circos, adornados los viejos trucos con el vestuario, con la coreografía, con las luces, con la cantidad de personas en escena. A medida que envejecemos, el exceso nos cuesta demasiado y ya no somos lo bastante bellos, lo bastante elásticos, lo bastante ingeniosos para formar parte de los nuevos circos. ¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo han visto todo? En un intento de obtener el espectáculo supremo, nos dejamos morir entre aplausos sobre la arena y no es suficiente, no es suficiente, eso lo hace cualquiera.



'Ángeles', de Espido Freire

Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas.



'Hacerse el muerto', inédito de Andrés Neuman


¿Por qué nos gusta hacernos los muertos? ¿Se trata de una costumbre sádica, com se quejan nuestros amigos o cónyuges más sensibles? ¿Por qué nos fascina de niños, y seguimos siendo niños, quedarnos deliberadamente inmóviles como momias de nuestro propio futuro? ¿De dónde sale ese placer ácido que sentimos asistiendo al cadáver que todavía no somos? La explicación es sencilla, y por tanto misteriosa.

Al ver todo mientras no miramos nada, al pensar sin hacer ningún esfuerzo por seguir pensando, al notar en nosotros, con poderosa ceteza, la selva de las arterias y la montaña rusa de los nervios, no sólo confirmamos que estamos vivos sino algo incluso más impresionante: experimentamos nuestra única, pequeña, modesta forma de trascendencia. Sobrevivimos a nosotros mismos.

Derrotamos a la muerte jugando.



'Fantasma', inédito de Patricia Esteban Erlés


El hombre que amé se ha convertido en fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora.

2 comentarios:

samsa777 dijo...

Buena selección: breve pero muy jugosa.

evasiete dijo...

Borracha me has dejado con tanto poema-chupito.
Un saludo