viernes, 9 de noviembre de 2012

Prólogo para "La casa del clon", poemario de Isabel Izquierdo.

Hace poco más de un año, Ana Muñoz y servidora nos encargamos de escribir el prólogo para "La casa del clon", primera publicación en solitario de la poeta zaragozana Isabel Izquierdo.

Las cuatro manos dictaron esto:

"Isabel fue para nosotras la primera mujer devuelta de Roma, es decir, de vuelta del amoR. Ahora recordamos los encuentros en un bar llamado "El viejo indecente", en homenaje a Charles Bukowski, que frecuentábamos al término de las clases de un curso de teatro en el que las abajo firmantes nos habíamos conocido y a los que ella solía sumarse. De su carpeta negra, que colocaba en el centro de la mesa como si de una chistera se tratara, Isabel sacaba folios como pañuelos de tela (los pañuelos de tela que ocultan el truco) y recitaba sus números de magia mientras nosotras asistíamos a aquel espectáculo predispuestas para la maravilla. Por entonces, dirigía su propio programa en una radio libre, se llama "La pluma roja" y estaba consagrado a la poesía. Isabel nos enseñó que la poesía de Gloria Fuertes no es un juego de niños y que se puede jugar a la pornopoesía con las piernas cerradas, cuando los niños dejan de serlo. No nos lo explicó entonces, pero nosotras lo supimos: Isabel había sido escritora desde siempre. Por la mañana se levantaba con letras en la lengua y formaba frases, versos que, durante el día, exhalando los cristales, escribía en el vaho. Isabel era escritora del aire. Y fue su condición alada lo que la llevó a publicar este poemario. En una siesta se soñó mariposa nocturna, viajó hasta una ventana ante la que abrió sus ojos, dentro se recitaba un poema. A ella, que nunca se acostó con la fama de los depósitos testimoniales, se le arrugó la nariz. Escribiría a lo Wendy, manchándose los dedos con la tinta, en vez de salpicarla al vuelo para cumplir los sueños de otros.

Miradme aquí, clavada en una silla, escribiendo una carta a las palomas. Isabel es alambique, astronauta, arzobispo de ombligos y orejas, concejala de miradas, desertora, ganadora del Scrabble, luciérnaga, mosquetero, ninfa y odalisca, saca-huesos de cereza, saltimbanqui, sopa-gaitas, toca-huevos, tragaldabas. En este poemario, Isabel se refiere al dramaturgo inglés más importante de la historia y finge no saber escribir su nombre: Shaquespeare. Esta suerte de despiste debe ponerse en relación con su declaración de intenciones. Una anarquía premeditada. La poesía debería fiarse entre cartones, como hacen los hombres sin techo al refugiarse, para ser hallada por un barrendero en los fríos restos de la noche. Debería interpretarse como un simulacro al amanecer, como el ritual de desnudar una magdalena, despojarla de su molde antes de introducirla en el calor del desayuno. Pero no he leído a Proust. Qué importa. La vida es bella. Quién necesita a Proust (suponemos que no les es desconocido el hecho de que Roger Wolfe sea un pesado cuando de Isabel Izquierdo se trata). Isabel sabe tanto del ilusionismo como del amor y los viernes por la tarde se convirtió en nuestra guía de paseos por Roma. Fuimos papelera y también objetos perdidos hasta que en nuestros pasos, a ras de suelo, nos encontramos. Ahora celebramos que Isabel haya encontrado ese poemario suyo que siempre se hallaba en otra parte. Miradme aquí, sé que ahora podéis mirarme".


Este es uno de mis poemas favoritos de La casa del clon:


"Me retiró la copa de vino de las manos,
en el trueque se bebió mi lengua, una oreja,
y su correspondiente cuello, entonces las aguas
se separaron y caminé
por él, a más de mil pies de altura".



Isabel Izquierdo, "LA CASA DEL CLON". Ed. Cartonerita niñabonita

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